Una terapia diferente
El psicoanálisis no cura con consejos ni con frases hechas. Tampoco pretende adaptarte a la norma. Acompaña a quienes quieren saber qué les pasa más allá de lo evidente.
Una terapia diferente
El psicoanálisis no cura con consejos ni con frases hechas. Tampoco pretende adaptarte a la norma. Acompaña a quienes quieren saber qué les pasa más allá de lo evidente.
El psicoanálisis no es una terapia más entre otras. Su diferencia no reside solo en las técnicas que utiliza, sino en la ética que lo orienta y en la posición desde la cual se ejerce. No se trata de aconsejar al paciente, ni de explicarle lo que le pasa con interpretaciones cerradas, ni de reforzar su Yo para que encaje mejor en las exigencias del mundo. El psicoanálisis apunta a otra cosa: a la verdad singular de cada sujeto, a su deseo.
En este recorrido, dirigir una cura no es lo mismo que dirigir al paciente. Dirigir al paciente es apropiarse del lugar del saber, colocarse como quien conoce su verdad, su síntoma, su historia. En cambio, el analista que dirige la cura lo hace desde otro lugar: uno que escucha lo que el sujeto dice sin saber, uno que no impone sentido, sino que posibilita el surgimiento de un nuevo modo de decir, de desear, de vivir.
La escucha psicoanalítica no se orienta a responder de inmediato a la demanda del paciente, ni a calmar su malestar con respuestas prefabricadas. No obstante, esto no excluye que, en ciertos momentos, sea necesario sostener un espacio de contención, cuando el sufrimiento lo requiere. El síntoma se escucha como un modo singular en que el inconsciente habla, y nuestra tarea no es silenciarlo, sino alojarlo para que pueda ser interrogado. Por eso, el analista no le dice al analizante quién es ni lo que debe hacer. Esa verdad no le pertenece. Lo que sí puede hacer es sostener un espacio en el que el sujeto, poco a poco, pueda encontrarse con aquello que lo habita, con lo que lo desborda, con lo que desea.
Tampoco la formación del psicoanalista se basa en acumular conocimientos técnicos, como quien se entrena para aplicar una receta. El analista, para ser tal, debe haber atravesado su propio análisis. No se trata solo de saber teoría, sino de haberse implicado en ella, haberla encarnado. Solo así puede ubicarse en un lugar donde no se trata de su saber ni de su Yo, sino de su deseo. Un deseo orientado, no por el bien del otro, sino por la causa analítica.
Por eso decimos que el psicoanalista no debe representar otro Amo que tiene las llaves de su vida. Su función no es decirle al paciente lo que le pasa, sino hacer lugar a su palabra, sostener el vacío necesario para que emerja su verdad. La cura en psicoanálisis no consiste en llenar de sentido la vida del otro, sino en acompañarlo en el proceso de asumir que nadie tiene las claves de su existencia, y que solo él puede construir su propio modo de estar en el mundo.
Esa es la dirección de la cura. Esa es la ética que nos orienta. Una ética del deseo, que no se impone, sino que se construye en el decir de cada uno.
© 2025 Silvia Álvarez Rodríguez. Todos los derechos reservados