Defensas: del sistema inmunológico a la estructura significante
Defensas: del sistema inmunológico a la estructura significante
El cuerpo humano no es solo una maquinaria biológica. Es, ante todo, un lugar de inscripción: allí donde se entrelazan el saber de la ciencia y el saber inconsciente. Esta afirmación se vuelve especialmente sugerente cuando abordamos sistemas como el inmunológico, cuyo funcionamiento parece responder (a su manera) a la misma lógica que estructura la subjetividad: distinguir lo propio de lo ajeno, activar defensas ante una amenaza, organizar una respuesta.
Pero ¿cómo se articula la inmunidad con el psiquismo? ¿Puede el cuerpo enfermar por lo que no puede simbolizar? En este texto propongo tender un puente entre la anatomía, la fisiología y el psicoanálisis lacaniano, para pensar el cuerpo no solo como organismo, sino como lugar del goce y del síntoma.
Desde el punto de vista médico, el sistema inmunológico es una compleja red de células, órganos y moléculas distribuidos por todo el organismo, cuya función es mantener la integridad del cuerpo diferenciando entre lo propio y lo extraño. Esta capacidad de reconocimiento se articula en dos grandes tipos de respuesta: inmunidad innata, es decir la inmunidad inmediata, inespecífica donde intervienen células como los macrófagos o las natural killer; y la inmunidad adaptativa, específica, mediada por linfocitos B y T, con capacidad de memoria (Sapolsky, 2004).
Estas respuestas se organizan ante la presencia de antígenos, elementos reconocidos como “no propios”, cuya detección desencadena un proceso de eliminación. Esta lógica binaria (propio/no propio) no es ajena al campo de lo psíquico, donde el sujeto también se constituye por la vía del significante del Otro y se defiende de aquello que aparece como ajeno a su consistencia: el goce que se encarna en el cuerpo y el significante que lo representa desde el deseo del Otro (Lacan, 1987).
Por otro lado, numerosos estudios han demostrado que las emociones influyen directamente sobre el sistema inmune. El estrés crónico, la ansiedad o la depresión pueden alterar su funcionamiento, generando inmunosupresión o, por el contrario, respuestas inflamatorias desreguladas. (Adler, Felten y Cohen, 1991)
La psicoinmunología es la disciplina que estudia cómo los estados afectivos inciden sobre la fisiología inmunitaria. Por ejemplo, se ha constatado que el estrés eleva los niveles de cortisol, afectando la eficacia de los linfocitos, la depresión se asocia a un aumento de citoquinas proinflamatorias (IL-1, IL-6, TNF-α) y que el miedo sostenido produce una activación prolongada del sistema simpático, generando alteraciones metabólicas e inmunológicas (Sapolsky, 2004).
Este recorrido sugiere que el cuerpo no responde solo a invasores externos, sino también a perturbaciones internas que no siempre se pueden nombrar.
El sistema inmune puede pensarse, en términos formales, como una analogía de ciertas defensas psíquicas: ambas buscan sostener una consistencia frente a lo que irrumpe como ajeno. Sin embargo, en psicoanálisis, esas defensas son efectos de estructura: represión, forclusión, inhibiciones, síntomas. Mientras el sistema inmunitario reacciona ante lo ajeno para preservar la integridad biológica, en la psicosomática el significante del Otro no logra operar, dejando al sujeto expuesto a un goce sin mediación que se fija en el cuerpo como resto no simbolizado.
Desde el psicoanálisis, las afecciones psicosomáticas pueden pensarse como manifestaciones corporales donde el goce no logra ser tramitado por la vía del lenguaje. No se trata de síntomas en sentido estricto, ni de formaciones del inconsciente, sino de fenómenos donde el cuerpo queda directamente afectado por un goce sin mediación simbólica. En estos casos, el órgano queda segregado del cuerpo libidinal y se convierte en un lugar donde se localiza un resto no representado, fuera de la dialéctica del deseo. Así, una afección inflamatoria crónica puede no ser solo un “fallo” inmunológico, sino una respuesta subjetiva ante lo real sin nombre.
La clínica psicoanalítica ofrece múltiples casos en los que el cuerpo aparece afectado por conflictos que no han sido simbolizados. A veces, lo que no puede pensarse ni representarse se encarna, no como metáfora, sino como afectación directa. Como decía Freud, “la histeria sufre principalmente de reminiscencias”: allí, el cuerpo habla, dramatiza un significante reprimido. Sin embargo, en las afecciones psicosomáticas, el cuerpo no representa nada; no hay formación del inconsciente. No hablamos de síntomas histéricos, sino de fenómenos en los que el lenguaje ha fallado como vía de tramitación, y el órgano afectado queda segregado del cuerpo libidinal, convertido en soporte de un goce que no ha sido tramitado por la palabra.
Desde el punto de vista médico, se ha demostrado que el estrés sostenido puede producir alteraciones inmunológicas, incluidas respuestas inflamatorias desreguladas y disminución de la eficacia de los linfocitos (Bayés & Limonero, 1999). Desde el psicoanálisis, sin embargo, el estrés puede entenderse como un fallo en la regulación del goce: el sujeto se ve invadido por una excitación que no encuentra vía de tramitación simbólica. En las afecciones psicosomáticas, lo que la inmunología trata como disfunción, el psicoanálisis lo piensa como un efecto de desanudamiento entre lenguaje, cuerpo y goce: no un mensaje que espera ser descifrado, sino una huella muda de lo que no pudo simbolizarse
Así podemos concluir que el cuerpo no solo se defiende de virus y bacterias. También se defiende (y a veces, se sacrifica) frente a lo que no se puede decir. Pensar la enfermedad psicosomatica desde un enfoque interdisciplinar, que incluya el saber del cuerpo y el saber del sujeto, es fundamental si queremos comprender por qué algunos síntomas persisten incluso cuando todo análisis clínico da “negativo”.
Desde mi lugar como enfermera y psicoanalista, sostengo que el síntoma psicosomatico no es un enemigo a erradicar, sino una vía de lectura. Allí donde el sistema inmunitario responde con inflamación o inhibición, el psicoanálisis puede leer una ruptura en el lazo con el Otro, una irrupción de goce no simbolizado, una inscripción muda en el cuerpo. En la psicosomática, el lenguaje no alcanza: no hay metáfora, no hay representación, pero el cuerpo responde. Porque allí donde faltan las palabras, aparece el cuerpo como superficie de inscripción de lo real.
Referencias:
Alder, R., Felten, D. L., & Cohen, N. (1991). Psychoneuroimmunology (2.ª ed.). Academic Press.
Bayés, R., & Limonero, J. T. (1999). Psicooncología: Evaluación e intervención psicológica en el enfermo de cáncer. Ariel.
Lacan, J. (1987). El seminario. Libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (J. A. Miller, Ed.). Paidós. (Obra original publicada en 1973)
Lacan, J. (2006). El seminario. Libro 23: El sinthome (J. A. Miller, Ed.). Paidós. (Obra original publicada en 1975–1976)
Sapolsky, R. M. (2004). Por qué las cebras no tienen úlcera: La guía definitiva sobre el estrés, las enfermedades relacionadas con el estrés y cómo afrontarlas (3.ª ed., M. del Fresno, Trad.). Kairós.
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