A lo largo de mi carrera he cultivado una experiencia profunda en el ámbito del sufrimiento humano, trabajando durante 20 años en cuidados críticos y salud mental, acompañando a pacientes y familias en contextos de enfermedad crónica, terminalidad y situaciones de alto impacto emocional.

Mi interés por el psicoanálisis surgió en ese terreno clínico, mientras trabajaba como enfermera. En muchas ocasiones constaté que el dolor que más pesaba no era el físico, sino aquel que no encontraba palabras: fenómenos psicosomáticos, síntomas funcionales sin causa médica, duelos no elaborados, silencios que dolían más que la enfermedad. Empecé entonces a percibir que había algo más allá de lo orgánico, algo que necesitaba ser escuchado y no solo tratado. Esa experiencia me llevó a emprender un camino de formación y transformación personal que continúa hasta hoy.

Como psicoanalista me interesa profundamente investigar los procesos que nos llevan a sufrir y a enfermarnos, entendiendo que lo que llamamos síntoma puede ser una forma de decir lo que no se pudo decir de otro modo. Intento interrogar lo genuinamente humano en cada historia, incluso allí donde el discurso dominante (ya sea médico, moral o ideológico) tiende, por su propia idiosincrasia, a silenciarlo o reducirlo a etiquetas, diagnósticos o soluciones rápidas. Trabajo para abrir un espacio donde el sujeto pueda hablar sin ser juzgado, ofrecer alternativas, y un lugar donde lo singular pueda emerger sin quedar atrapado en moldes ajenos.

En mi práctica respondo a demandas de exploración personal, alivio del padecimiento y búsqueda de una mayor calidad de vida, sosteniendo una escucha que respete los tiempos del deseo y las formas singulares de cada quien. No busco imponer una norma, sino acompañar a quien consulta en el camino hacia su propia verdad.